jueves, 30 de octubre de 2008

Instrucciones para tomar un taxi...

Ayer tenía mucha prisa en llegar al otro extremo de la ciudad. Como no tengo auto porque prefiero no pagar tenencia, y tampoco soy un millonario, siempre abordo el autobús de la ruta X. Pero ayer fue especial. Me pagaron. Entonces me pude dar el lujo de tomar un taxi. Hace unos días alguien me preguntó que porque nunca tomaba uno. No supe que decirle. La verdad es que hay tantas cosas que me gustan tomar: alcohol, comida, la mano… etc. Pero no un taxi. No es que aborrezca a los taxistas, pero me he dado cuenta que provocan más problemas que beneficios.

Aunque intento dejar de lado el gran talento con el que el taxista sintoniza el radio de manera tal que se ajusta como en automático la estación de cumbias, rancheras y demás sonidos estridentes y arrítmicos para un oído finamente educado por algo de pop rock inglés, rock estadounidense y algo de rock marítimo canadiense, es completamente imposible pensar en otra cosa que no sea la completa exquisitez del gusto musical y melódico del conductor.

Es curioso como una persona puede entorpecer tanto el tránsito automovilístico en una ciudad. Va borregueando casualmente por la ciudad… a 20 por hora en un lugar donde 60 es la velocidad ideal. Cuando por fin “levanta pasaje” se va rápido, como si quisiera recuperar el tiempo que ya perdió durante su farolez. Ahí entonces sucede el gran ritual, que a pesar de que en muchas ciudades se cuenta con taxímetros, siempre se conserva igual:

-¿Cuánto me cobra a X?
-Cien pesos.
-¿Cómo creé? ¡Es mucho!
-¿Pues cuánto le cobran?
-Cincuenta pesos (nótese que las proporciones son exageradamente grandes entre uno y otro precio para poder alcanzar el óptimo de Paretto)
-Ochenta.
-Ni usted ni yo, Setenta.
-¿Dónde dijo que era?
-En X, entre Z y W.
-Órale pues, súbase.

Y terminado este asunto, los dos se dirigen al destino. De aquí una de tres pasará. O llegas a tu destino sano y salvo en 5 minutos aunque el tiempo habitual de traslado sea una hora, o el taxi se descompone o choca.

Si pasa la primera, sucederá una de dos: O el transcurso será incómodo y callado y la única salida será fingir una llamada de teléfono o el taxista te contará toda su vida sexual privada y de la cual desearías nunca haber sabido nada porque te perseguirá en tus sueños. Si pasa la segunda, tomarás un segundo taxi que te llevará de mala gana a tu destino. Pero si pasa la tercera, es lo peor de todo. Llegará una horda de taxistas, rodearán ambos vehículos involucrados e intentarán intimidar para obtener una especie de extorsión rápida. En estos casos lo mejor es contárselo a alguien grande y a quién más confianza le tengas.

O también lo puedes ver como una broma porque al día siguiente tendrás tema de conversación cuando te vean llegar con collarín:

- ¿Qué te pasó?
- Nombre, si te contará… iba a X y que se atraviesa un coche…
- ¿Chocaron?
- Si…

Y entonces aquí sigue el otro protocolo de plática aburrida que ya muchos conocemos.

1 comentario:

mezcad dijo...

Ja ja ja ja.... q divertido....gracias me has echo el dia...