domingo, 29 de julio de 2012

En el mar, la vida no siempre es más sabrosa...

El bisabuelo operaba una locomotora que llevaba crudo. El abuelo fue jefe de talleres en la empresa. Mi padre es parte del grupo de Los Pioneros en las plataformas petroleras de México. Yo soy la cuarta generación de esta familia que trabaja en Pemex.

Esa última noche en casa piensas en cómo pudiste haber sido un mejor hijo, un mejor novio, el paseo que no diste, la llamada que olvidaste. No esperas que tu familia entienda lo que haces; sólo esperas que entiendan que lo haces por ellos.

Todos los hombres debemos regirnos por un código de conducta. Es lo que te forma. Lo que te guía a casa. Y creéme, siempre quieres regresar a casa. Y cuando regresas, lo único que deseas es tratar de retomar toda tu vida justo en donde la dejaste.

Cuando topas en el muelle a tu equipo de trabajo, te sientes a salvo. Sabes que tu los cuidas y que ellos cuidan de tí. Dependes de ellos tanto como de tu familia. A decir verdad, ellos son tu segunda familia. Duermes, comes y trabajas con ellos 6 meses al año. Es imposible no entablar lazos con todos ellos.

A forma de broma, Abkatun-Alfa es mi casa. La casa grande. En primera, por su gran tamaño y en segunda porque estando en tierra, si quieres no llegas a casa y no pasa de que tu pareja se enoja; pero estando en la plataforma, llegas porque llegas y no hay excusa.

Usualmente en la plataforma tienes mucho tiempo para pensar. Piensas en todo. Haces listas por cualquier motivo y aprendes a escribir todo. Valoras tu cama, tu casa, tu libertad, la comida de tu mamá, a tu novia. Y aunque nadie lo diga, extrañas a todos allá en tu pueblo. También debo decir que en una catorcena distingues a las personas que de verdad te quieren, que te aprecian, que te procuran. Y eso es bueno. Muy bueno. Te hace la vida más fácil.

¿Haz visto esas películas de guerra en que los soldados salen a la cubierta del bote en formación directo a la batalla? Pues así te sientes cada vez que llegas a la plataforma y haces formación por ocho en la cubierta de la lancha. Todos con uniforme, todos con maletas, todos al trabajo.

Desde antes de ir a trabajar, sabes que es un trabajo duro. Recibes un entrenamiento profesional de sobrevivencia en el mar y otro de contra incendio. Cualquier trabajo en el que debes usar casco y botas, es un trabajo duro. Y aún así, no esperas cuanto lo va a ser.

Subir 1500 escalones en un día normal, aprender como mover una tonelada sin usar una sola maquina, aguantar calor de 43 grados a medio día y en pleno sol, jornadas de hasta 27 horas de trabajo ininterrumpido y dormir 3 horas diarias, curten tu cuerpo poco a poco.

Muchas cosas preguntan de este trabajo. Mi madre me hizo la pregunta más difícil de todas: ¿Te da miedo estar allá? Le contesté que cuando miras olas de 15 metros chocar contra la plataforma, ves correr gente, evacuar a 100 empleados en dos minutos toda una plataforma y al fondo hay llamaradas de 80 metros de altura y su calor se siente a 300 metros de distancia, es imposible que no te de miedo. En realidad lo que quería decir es que mi único miedo estando en medio del mar es que me olviden en tierra, que me dejen de querer por estar ausente la mitad del año.

La ansiedad es de lo más común estando abordo. Unos la calman fumando, otros haciendo ejercicio, la gran mayoria comiendo. Este trabajo, aunque se escuche nefasto, es una prisión voluntaria. Acá en el mar la vida pasa en turnos de doce horas, de catorcena en catorcena.

Una vez en la plataforma, lo único que graba tu reloj biológico es el miércoles en el que te toca regresar a tierra, a casa. Nosotros no conocemos días festivos, fines de semana largos o domingos. La única forma en que distinguimos los días es por la comida que se sirve: viernes de camarones y domingos de carne asada y pastel. Sabemos que cada dos carnes asadas se acerca la bajada.

¿Recuerdas esa emoción que de pequeño tenías cuando se acercaba navidad y los regalos? Cuando trabajes en una plataforma vas a sentir esa emoción cada 28 días.

El día del cambio de guardia, cuando bajas a tierra firme, cuando subes al helipuerto y abordas la máquina, tienes esa sensación de estar en un filme de Vietnam. En el helicóptero, todos van en silencio, con maletas y mirando el mar que una vez más te deja regresar sano y salvo.

La gente también pregunta porque me siento tan orgulloso de trabajar en esta empresa. Usualmente no respondes, solo muestras la bandera mexicana bordada en tu uniforme.

Aquí todos somos pequeños héroes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay una pequeña pelirroja que siempre está pensando en ti... Te recuerdo todos los días sin importar si es día festivo, lunes o fin de semana, te quiero todos los días aunque estés lejos y sólo compartamos unos minutos por teléfono, ciertamente muchos de esos minutos son los mejores de mi día! Eres mi todo, mi luz y el amor de mi vida. Te amo!!!

Unknown dijo...

Siempre me gusto tu manera de escribir y heeeey yo te admiro :)